En la educación son mucho más efectivos la motivación, el diálogo y la negociación que la represión. El niño/a que recibe constantes reprimendas se sentirá triste y humillado o se rebelará ante tantos castigos, reforzando su mal comportamiento y siendo, incluso, más desobediente. Por eso, incluso en aquellas situaciones en las que creáis que lo mejor para vuestos hijos/as es una buena riña, debéis ser precavidas. Explicarles porqué su comportamiento no ha sido bueno y desaprueba su conducta, nunca al niño/a.
Tácticas para que obedezcan
– Poner unas normas claras. El niño/a ha de saber qué ocurrirá si desobedece. Por ejemplo, se les puede decir “las cosas las diremos sólo una vez, y si no haces caso las consecuencias serán …”; unas consecuencias que, según la edad del niño/a y su comportamiento, pueden variar: mandarles a su cuarto a reflexionar, no prestarles atención….
– Actuar inmediatamente si no obedece. No caigáis en sus provocaciones, ni respondáis a sus quejas o entrar en pelea con él/ella.
– No intentar razonar con él/ella. Es inútil, sólo intentan “liaros y ganar tiempo”. Por supuesto, hay que dialogar con los niños/as, y mucho, pero no en ese momento. Es importante esperar a que estén calmados y receptivos.
– Los niños/as son muy sensibles al lenguaje no verbal. No hace falta hablar y mucho menos gritar; basta con mirar al pequeño/a con seguridad y firmeza y que vean que con esa actitud no va a conseguir nada
– Animarles cuando actúan bien. Debemos reconocer su esfuerzo y prestarles atención cuando obedezcan y tengan buena actitud.
Evitar
– Castigar al niño/a por periodos largos de tiempos. De otra manera, sentirá que sus padres no les dan la oportunidad de portarse bien, tendrán la sensación de estar siempre castigados, por tanto, ni se esforzarán por portarse bien.
– Prohibirles todo lo que les gusta. Y es que, cuándo se porten bien, ¿con qué los reforzaremos?
– Las amenazas. No son nada efectivas en su educación y sólo conseguiréis dos efectos contrarios: o el pequeño/a las ignora, porque se da cuenta de que son palabras vacías, sin consecuencias, o les afectan tanto que acaba convirtiéndose en un niño asustadizo.
Artículo: Guía del niño